CHILE Y LA CORTE INTERNACIONAL
DE JUSTICIA
Ya está por concluir el mundial de fútbol Brasil 2014 y
no niego que me hubiera gustado ver una final protagonizada por dos equipos
sudamericanos, ahora ya sé que mi deseo no será posible debido a que el país anfitrión
cayó sorpresivamente, ante Alemania, por una goleada de proporciones
históricas.
Lo que no ha resultado para nada sorpresa fue la decisión
del gobierno chileno de interponer una acción de incompetencia en contra de la
Corte Internacional de Justicia (CIJ), intentando quebrar la demanda boliviana
que busca un fallo del tribunal de La Haya para viabilizar nuestra anhelada
salida soberana a las costas del Océano Pacífico.
Esta decisión del país vecino no ha extrañado en Bolivia
debido a que diferentes portavoces de la política chilena ya se habían
pronunciado en este sentido, sin embargo, lo sucedido está lejos de ser un
incidente más, pues ha de tener efectos contraproducentes para Chile, tanto en
el contexto internacional como en su propia dinámica política interna.
En el plano internacional, porque Chile ha querido
tradicionalmente proyectar una escuela diplomática muy circunspecta en los
marcos del derecho internacional –casi como queriendo borrar su pasado
beligerante-, y había dado muestras de esta postura al someterse recientemente
al cumplimiento del fallo de la CIJ que restituye una porción de mar
territorial en favor del Perú.
Ahora, con la interposición de la acción de incompetencia
ante ese mismo tribunal, Chile aparece dando la espalda al sistema
internacional de justicia y echando por tierra su tradición diplomática, lo que
sin duda ha de tener un serio costo sobre su imagen de estado serio y
responsable. En todo caso, habrá que esperar cuál será el pronunciamiento que
haga el tribunal recurrido de incompetente.
Internamente, el Chile de las movilizaciones
estudiantiles y mapuches, dista mucho del Chile que se había tenido que acabar
subordinando a la herencia constitucional de la dictadura pinochetista.
La presidenta Michelle Bachelet no va a tener fácil su
segunda gestión gubernamental, pues va a tener que sopesar entre la presión de
la sociedad chilena, para el cumplimiento de la oferta electoral que la llevó a
la re-elección y las fuertes ataduras que impone el convencionalismo de las elites
políticas tradicionales.
El Chile que dejó Pinochet y que no se atrevió a cambiar
la concertación política de centroizquierda, fue de una economía abierta al
comercio y plenamente afincada en las reglas del libre mercado con una
combinación de nacionalismo a ultranza en torno a sus fuerzas armadas y la
posesión territorial por la razón o la fuerza.
Hoy, la economía de privatizaciones resulta insostenible
en áreas tan sensibles como la educación y la necesidad de un cambio
constitucional está removiendo los referentes de esa derecha conservadora y
guerrerista, que tuvo primero que ceder ante el Perú y que ahora no parece
dispuesta a sostener ni siquiera el diálogo con Bolivia.
La historia también es una caja de sorpresas y aunque
ahora la elite política chilena se niegue a entender la necesidad de la
integración entre nuestros pueblos, finalmente acabará deparándonos que sean
dos pueblos sudamericanos que tengan que resolver sus problemas dialogando y
haciendo justicia.
La Paz, 9 de julio de 2014.
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