LA ENSUCIADA CAMPAÑA ELECTORAL
El 12 de octubre
asistiremos a votar para la renovación de dos órganos de poder: ejecutivo y
legislativo, y de estos dependerá la suerte que vayan a correr los otros dos
órganos de poder: judicial y electoral.
Prácticamente, los
resultados de la próxima cita electoral definirán las condiciones de
conformación del poder en pleno en el Estado Plurinacional de Bolivia.
Desde los primeros
ejercicios electorales –recuperada la democracia en la década de los años ‘80-,
las condiciones en las que se lleva a cabo los procesos electorales han
cambiado mucho. Antes era con papeletas sueltas que cada partido entregaba, sin
empresas encuestadoras, debates presidenciales entre los candidatos, franja
gratuita de presentación de propuestas a través del canal estatal, y sobre todo
eran tiempos donde primaban las posiciones político-ideológicas de las
distintas fuerzas.
Progresivamente
fueron cambiando las condiciones: apareció la papeleta multicolor y multisigno
que garantizaba condiciones de igualdad en la participación; las instituciones
más representativas de la prensa nacional organizaban los debates
presidenciales que merecían toda la consideración y respeto de los candidatos
presidenciales; y aparecieron las empresas encuestadoras que eran capaces de
proyectar los resultados de forma inmediata al cierre de la jornada de
votación.
En el aspecto
político-ideológico, los escenarios fueron muy cambiantes: en la década de los
años ‘80, la diferencia estaba entre quienes participaron de las dictaduras y
quienes habían luchado en la resistencia por recuperar la democracia; en los
años ‘90 se impuso el pragmatismo en la aplicación del modelo neoliberal y las
diferencias políticas se las arreglaba discutiendo cuotas de poder y negocios;
en la primera década del presente siglo se recuperó la discusión política entre
quienes participaron de la democracia pactada del neoliberalismo y quienes
resistieron desde los movimientos sociales; hoy da la impresión general que
nuevamente se está atravesando una fase decadente de la práctica política,
donde priman los mezquinos cálculos electorales y la guerra sucia para la toma
y/o retención del poder, es decir el poder por el poder, dejando de lado las
discusiones ideológicas o las consideraciones éticas.
En medio de un
escenario cargado de pragmatismo y poco escrúpulo, evidentemente no debe
extrañar que haya curiosas alianzas donde aparecen derechistas con discurso de
izquierda e izquierdistas con prácticas de derecha, cambios de camiseta en el
curso del mismo proceso electoral, grabaciones que exponen la intimidad de uno
y otro lado, expresiones machistas sobre las que no existe el mínimo asomo de
sonrojarse y menos pedir disculpas, la falta de propuestas serias sobre el
manejo responsable del gobierno boliviano y la diatriba en torno a frases
sueltas y clichés de campaña.
La candidatura que
tenga el tino de desprenderse de la carga del escándalo mediatizado y sepa
seducir al electorado con propuestas serias en la gestión del estado,
independientemente de los resultados electorales, de seguro que sabrá dar un
paso adelante y marcará la diferencia dejando una huella de esperanza en medio
del lodazal de la guerra sucia.
La
Paz, 29 de agosto de 2014.
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